¿Cómo se protege un costalero? ¿Cómo se protege un costalero?

¿Cómo se protege un costalero?

Costalero es palabra que, aunque pueda parecer lo contrario, no proviene de costalada, sino de costal, saco grande y pesado. La analogía tiene que ver, lógicamente, con el importante esfuerzo que todo costalero hace en una procesión, sujetando y transportando imágenes en ocasiones muy pesadas.

Como costalero no viene de costalada, nada hay en su esencia que le obligue a aceptar con resignación los daños que se pueda provocar durante su dura labor. El sacrificio de un costalero, que lo hace con todo el gusto y toda la pasión (literalmente) es místico, personal. Tiene derecho a que le curen las heridas y los accidentes que le ocurran.

Y es por ello que resulta común que los costaleros, por muy sacrificados que sean, se aseguren.

La principal cobertura del costalero, sin duda, es la de accidentes. Los cofrades y hermanos ensayan durante todo el año con ilusión y por ello llegan a dominar perfectamente los actos de levantar, parar, iniciar el paso, girar, todo eso. Pero por mucho que se practique, el de costalero es, de por sí, un oficio duro, muy duro, que es susceptible de provocar lesiones más o menos serias. Las coberturas de accidentes suelen cubrir cosas como la invalidez temporal (la baja), el subsidio por días de hospitalización e, incluso, consecuencias mucho más serias (hasta las más serias…). De esta manera, el costalero se cubre frente a los daños que pueda sufrir.

La segunda gran cobertura que cubre, más que al costalero, a la hermandad (es decir, al conjunto de ellos) es la responsabilidad civil. Una procesión no deja de suponer el paseo por unas calles habitualmente abarrotadas de gente de un objeto extremadamente pesado, transportado por muchas personas de una forma coordinada. Hay cosas que pueden pasar, desde esos accidentes que a veces se ven en los que la imagen zozobra a babor o estribor hasta caer sobre el público; hasta que, en el acto de posar el paso en el suelo, alguna de sus patas se encuentre con un inesperado pie debajo. En todos esos casos, todo aquel que haya resultado herido en el evento, por muy devoto que sea de la imagen procesionada, tiene el derecho de reclamar daños al responsable; y ese responsable es la hermandad.

Todo aquél que haya resultado herido en el evento, por muy devoto que sea de la imagen procesionada, tiene el derecho de reclamar daños al responsable

La mejor forma de que todos, hermanos, costaleros y público, disfruten de la mañana, de la tarde, de la noche o de La Madrugá como desean es que, además de la Divina Providencia, ande por ahí un seguro de responsabilidad civil para equilibrar las cosas por si se tuercen.

Como miembro de la hermandad o cofradía, y por lo tanto orgulloso participante de sus actividades, los costaleros también se pueden considerar protegidos por otros tipos de seguros: los seguros destinados a proteger el patrimonio de la hermandad. Que ya se sabe que en las aglomeraciones de gente hay mucho espectador piadoso, pero tampoco faltan los descuideros que a veces hacen su agosto quedándose lo que no es suyo; y, por supuesto, una hermandad, si tiene sede y patrimonio, siempre es susceptible de sufrir los daños derivados del tipo de cosas que ocurren en un inmueble, desde una gotera hasta un cortocircuito. Las llamas pueden acabar con pasos, mantones, tocados, faldones, túnicas, capas y capuces, entre otros objetos que guarda la cofradía y que se emplean para llevar en procesión a las imágenes que descansan el resto del año en una iglesia.

Se trata, pues, de vivir la pasión, pero pasión segura. Así, todos contentos.