El papel del seguro en el atasco del Canal de Suez
En el sector del transporte internacional, todo el mundo está mirando actualmente al Canal de Suez, donde un buque mercante se ha quedado atravesado, originando un atasco marítimo probablemente inusitado. ¿Tiene todo esto que ver con el seguro? Pues sí, y mucho; no en vano, el seguro de transportes, y más particularmente el de transportes marítimos, está en el mismo origen de la institución aseguradora; las aseguradoras aseguraban barcos siglos antes de comenzar a asegurar personas.
En realidad, el universo del aseguramiento que se puede llegar a acumular en un suceso como el ocurrido en Suez es de extremada complejidad. Las grandes flotas mercantes son lo que en lenguaje asegurador se llaman grandes riesgos; aseguramientos que, por sus características, se rigen por reglas y técnicas muy particulares que hacen que difícilmente haya dos buques, o cuando menos dos flotas, que pueden decir que tienen el mismo seguro.
Tres tipos de aseguramiento: mercancía, barco y responsabilidad civil
Dicho esto, lo que sí es claro es que el primer impactado es, lógicamente, el seguro de transportes, esto es, el contrato que cubre el hecho en sí del transporte de mercancías que estaba haciendo el barco. El seguro de transportes tiene dos vertientes: la protección de la mercancía, que tal vez haya que indemnizar porque obviamente no llegará a su destino en el plazo inicialmente convenido o incluso no llegará; y el denominado seguro de cascos, que es el seguro del vehículo en sí; en este caso, el barco. El seguro de cascos es especialmente importante en una operación así, puesto que lo más probable es que deba correr, total o parcialmente, con el coste del salvamento del barco, esto es, las complejas labores que se están realizando para “desatascarlo”.
Eso, sin embargo, es sólo el principio. También hay que tener en cuenta, como poco, la cobertura de responsabilidad civil ante terceros. A causa del atasco, la autoridad del Canal ha dejado de ingresar dinero, y es más que posible que lo reclame; como es más que posible que lo reclamen aquéllos que, por no haber podido usar el Canal de Suez y haber tenido que usar otras rutas o incluso no haber realizado el transporte inicialmente planificado, también han perdido dinero.
Así las cosas, no es ninguna exageración considerar que estamos ante un percance de cientos de millones de dólares. Algo que difícilmente podrá pagar un asegurador por sí solo. Esta dificultad, sin embargo, está plenamente identificada en la operativa aseguradora desde hace ya mucho tiempo, y es por eso que existe la institución del reaseguro. La mayoría de los riesgos de gran dimensión, como es éste el caso, se reaseguran, lo cual quiere decir que el asegurador original cede una parte de lo que ha cobrado, pero también, con ello, traslada una parte de la responsabilidad si hay un percance. Las cesiones originales de reaseguro pueden -de hecho, suelen- ser retrocedidas (cedidas a otros reaseguradores), por lo que es posible que una sola responsabilidad, en la práctica, acabe repartida entre muchos pagadores; lo cual es la mejor garantía de que el sistema funcione y los pagos se produzcan.
La principal obsesión del seguro (y del reaseguro) es que, por grande que sea el percance, la indemnización se produzca y el sistema funcione. Así pues, por muchas que sean las consecuencias que el buque encallado provoque, el seguro actuará para paliar las pérdidas a todos los implicados, según las coberturas y las condiciones que se hayan pactado entre las partes.