Estamos seguros, estamos mutualizados
Afortunadamente, no todos los días se nos estropea el coche, ni tenemos un escape de agua, ni necesitamos someternos a una intervención quirúrgica, pero los seguros nos garantizan que, en caso de que ocurra, habrá quien se ocupe de correr con los gastos.
Y mientras no hago uso de mi seguro, ¿a qué se destina el dinero que he pagado por él? Muy sencillo, a cubrir los siniestros de las personas que sí han sufrido un imprevisto. Al contratar un seguro, estamos mutualizando los riesgos, es decir, asumiendo que con nuestra aportación y la de muchos otros, vamos a cubrir los gastos que generen los siniestros de unos pocos. Es una especie de mecanismo de solidaridad grupal con la que asumimos que, con nuestra prima, se cubrirán las necesidades de otros.
Al margen de este principio de mutualización, el seguro nos reporta un beneficio propio innegable que es el hecho de garantizarnos la protección en caso de que alguna vez nos toque a nosotros sufrir el imprevisto. A través del seguro, podemos afrontar gastos que de otra forma sería imposible, porque ni sumando las primas que un asegurado paga a lo largo de toda su vida se podrían cubrir los gastos que estas intervenciones requieren.
